lunes, 31 de diciembre de 2007

Ella (ya no es)

Mientras manejaba, se acordaba de los maravillosos momentos que en antaño habían disfrutado. Refrescábase su memoria pasando por ella la vez en que juntos se habían revolcado en el césped del parque una tarde completa. Sonreía aunque esos recuerdos le provocaran nostalgia. Recordaba también cuando ella por primera vez le dijo te amo… jamás lo olvidaría. Ella nunca decía esas cosas; ¿vergüenza?, ¿temor? Nunca lo supo, pero a él no le importaba, con su compañía le bastaba. Lamentablemente, ella ya no estaba, trágicamente había dejado de existir. Sólo conservaba recuerdos, la única carta que le escribió en dos años y el peculiar olor de su cuello impregnado en la nariz.
Llevó las manos a su cabeza lamentándose por todo lo que pudo hacer y no hizo, tratándose de estúpido, preguntándose por qué ella y no él. Tan involucrado en memorias estaba, que olvidó ceder el paso al camión que perpendicular atravesaba la calle. Perdió el control del volante, y, en poco más de diez minutos, dejó de ser también.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Ya a nadie sorprende ver pasar por la calle a tipos con harapos llamativos, con maquillaje en exceso, con pelos y peinados coloridos y estrafalarios o con tanta producción que hasta cuesta distinguir sexos. De lejos uno los nota e inmediatamente piensa que son parte de una tribu urbana, de esas de las que tanto se ha hablado últimamente. Todos saben que están, pero no por qué, así que haré el intento de justificar su existencia.


A principios de siglo escuchamos por primera vez el neologismo “tribu urbana”. Hasta ese entonces, estas agrupaciones eran conocidas, pero no contaban con la misma popularidad que ahora, y, por lo mismo, tal vez eran tomadas más en serio, pues se consideraba que respetaban estrictamente su filosofía de vida y defendían sólidamente sus ideologías. Sin embargo, hoy, dentro de las tribus urbanas también encontramos personas que usan la estética o el comportamiento de la agrupación, pero olvidando por completo el sistema de pensamiento de la misma. ¿Qué son entonces? ¿Tendencias juveniles de identificación o sólo movimientos temporales en boga?

Estas subculturas originadas y desarrolladas en una ciudad, son grupos de personas (en su mayoría jóvenes y solteras) cuyas asociaciones están basadas en un mismo estilo de vida o actividades. Su formación, generalmente, está cimentada en la influencia que la sociedad provoca en las características personales de los individuos, y a esto mismo se debe que sean más comunes en las grandes urbes, donde la complejidad social y el inmenso tamaño de la ciudad, crean una sensación de alienación o aislamiento del nivel individual. La identidad personal que estas personas tienen, no encaja, según ellos, en la identidad colectiva de un pueblo o territorio, lo que genera una “emancipación de la sociedad” y la formación de un grupo cuyos miembros estén unidos bajo un conjunto de características, pensamientos, modas e intereses comunes para formar una comunidad relativamente pequeña, pero que posea, necesariamente, una identidad propia.

Estas tribus conforman una serie de cultura y arte a su alrededor para el desarrollo de su moral o estilo de vida, y todas ellas vienen marcadas por una profunda carga emocional que se origina en esa búsqueda por la realización personal o comunal.

Los clanes se han ido agrupando alrededor de intereses comunes para poder luchar por su causa desde un blanco mayor, es por eso, que, además de mantener una estética canónica entre los individuos de la misma tendencia, son muy perceptibles sus lidias por convicciones sociopolíticas o creencias religiosas.

¿Pero por qué juntarse en grupos para defender ideas personales? Se busca apoyo, y en los “congéneres”, de cierto modo, se hallan formas de pensar y de sentir idénticos a los propios. El placer de pertenecer a una tribu proviene de la supresión o suspensión de la exigencia a adaptarse, al precio de una tensión síquica penosa, a un universo adulto o social y a sus reglas de pensamiento y conducta.

La agrupación, además, ofrece seguridad y soporte afectivo del que, generalmente, sus miembros carecen, y autoriza actividades que están en los límites de las reglas morales y sociales: el juego, la bebida, la ilimitada licencia erótica, el escándalo en la vía pública, la destrucción de objetos, o el agravio de algunos valores, como los patrióticos o religiosos, y a causa de estos mismos privilegios brindados, aparecen los miembros estéticos y no de ideología, los que, por querer parecer diferentes, intentan identificarse con una tendencia, pero con la que más le acomode en su modo de vestir y no con la que en intereses o en doctrinas les parezca correcto seguir. Es así que dentro de las subculturas aparecen subdivisiones: los que realmente lo son y los que parecen serlo, y es, precisamente esto, lo que causa una mala impresión en la sociedad y es el punto de origen de los prejuicios, los que provocan un automático aislamiento de los mentados clanes.

El común de la gente los clasifica, frecuentemente, con criterios poco flexibles o simplistas, ya que lo que se ve y conoce es lo que aparentan y no, por ejemplo, que una agrupación con una formación sustentada en argumentos sólidos afianza los valores comunes, concede privilegios a la lealtad y la solidaridad de sus miembros, distingue sus roles, y fija objetivos diferentes de la complacencia colectiva en sí misma.

¿Qué hacemos entonces al respecto? ¿Cambiamos el pensamiento social erradicando completamente el prejuicio del mundo o tal vez lo más sensato sea hacer una especie de casting para todo el que quiera pertenecer a una tribu? No nos compliquemos más y seamos todos pokemones, que es la moda.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Seré

Seré lo que no fui, lo que quise ser, lo que no pude.
Seré mar cuando la tierra me aniquile y mis restos se conviertan en nube.
Seré viento cuando un otoño me llame por mi nombre y cualquier ave me preste sus alas.
Seré los deseos que en mi mente estuvieron y que concretarse no lograron.
Seré sólo las cenizas de un incendio frustrado.

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