miércoles, 13 de febrero de 2008

No ando peleando por la vida, pero puedo llegar a ser lo peor si me provocas. A veces soy caprichoso y maniático. No me gusta que me lleven la contraria y odio que me digan qué debo hacer. No tomo en cuenta consejos, aunque si vienen de alguien que estimo, lo agradezco. Me siento aludido con frecuencia (y muchas veces por causas imaginadas sin fundamento real) y me gustan demasiado los halagos de los demás. Puedo cambiar sin dificultad de ambiente, lealtades e incluso mi opinión sobre las personas. No odio, pero si no te amo, no me vas ni me vienes.
Así me describen los astros, y parece que están bien cerca de mi realidad. ¿Es tan así? ¿Qué dices tú?
miércoles, 6 de febrero de 2008
Es difícil dejar atrás etapas para renovarse y emprender nuevos rumbos; cambiar lo recorrido por algo nuevo y desconocido resulta excitante y a la vez nostálgico, más aún si estos cambios llegan repentinos, sin planificación alguna.
Entiendo perfectamente a la septuagenaria veterana que esperanzada está pensando en que algún día aparecerá un héroe que la librará del luctuoso asilo, cegada en la idea de que un cambio como ese en su vida podría ser el fin de su adentrada infelicidad. Entiendo también a toda esa gente que está en cola esperando por un riñón o un hígado que al ser transplantado sea el punto ganador que paralice el juego que apuesta por su vida… ¡imagínate la alegría de los padres del niño de literal mal corazón al enterarse que su espera terminó y que tienen al fin la seguridad de poder proyectarse indefinidamente con él! Comprendo muy bien a los que tienen conciencia de los vuelcos que tendrá su existencia y están ansiosos, por ejemplo, por comenzar sus estudios superiores, por empezar a tomarle el gusto a lo que deparará su futuro.
Los entiendo, sí, los entiendo cabalmente, pues creo que he vivido ya varios de esos cambios, unos más grandes e inesperados y otros menos relevantes pero pensados previamente. Ahora estoy en transición, pasando de desesperanza a algo que ni siquiera sé qué nombre tendrá, pero que por supuesto será mejor. No lo esperaba, es un giro totalmente sorpresivo, pero me encanta.
Entiendo perfectamente a la septuagenaria veterana que esperanzada está pensando en que algún día aparecerá un héroe que la librará del luctuoso asilo, cegada en la idea de que un cambio como ese en su vida podría ser el fin de su adentrada infelicidad. Entiendo también a toda esa gente que está en cola esperando por un riñón o un hígado que al ser transplantado sea el punto ganador que paralice el juego que apuesta por su vida… ¡imagínate la alegría de los padres del niño de literal mal corazón al enterarse que su espera terminó y que tienen al fin la seguridad de poder proyectarse indefinidamente con él! Comprendo muy bien a los que tienen conciencia de los vuelcos que tendrá su existencia y están ansiosos, por ejemplo, por comenzar sus estudios superiores, por empezar a tomarle el gusto a lo que deparará su futuro.
Los entiendo, sí, los entiendo cabalmente, pues creo que he vivido ya varios de esos cambios, unos más grandes e inesperados y otros menos relevantes pero pensados previamente. Ahora estoy en transición, pasando de desesperanza a algo que ni siquiera sé qué nombre tendrá, pero que por supuesto será mejor. No lo esperaba, es un giro totalmente sorpresivo, pero me encanta.
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