viernes, 2 de abril de 2010

Mi rebelión en tu revelación se profetizó (no fue mi decisión),
a sabiendas creabas mi pagana vida y, sin perdón, me enjuicias sin fallo a favor.
Mi rebelión se paga laica y con gran tribulación (en tu Armagedón),
tu tribunal se profana con mi alma abatida y, sin perdón, me condenas ahora al Seol.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Tomamos el metro, combinamos con el bus local, caminamos un par de cuadras, llegamos a destino medio a tropezones y nos instalamos cual gallina clueca que empolla. Prestamos atención, nos concentramos, opinamos y omitimos ideas subversivas y contrarias a lo discursado e impuesto. Cuchicheamos con el del lado y esbozamos sonrisas, controlando a veces una carcajada, y de vez en cuando, así, sin licencia, nos escapamos al baño a tomar agua para saciar una sed inexistente o vamos al casino a comprarnos un lo-primero-que-vea sólo por inercia. En los cinco minutos de descanso permitido, que siempre alargamos al doble o al triple, compartimos nuestro tedio y preguntamos a medio mundo cómo está sin una verdadera intención, por nada más que cortesía. Volvemos riendo y cantando a nuestro deber y nos instalamos otra vez. Agregamos ahora un nuevo matiz: miramos la hora a lo menos una vez por acomodamiento de silla. Llegada la hora de partida, nos disponemos a buscar compañero de viaje, y mejor si no lo encontramos porque tenemos en mira una improvisada siesta en el bus. Abordamos el metro nuevamente y nos vamos pensando en el seminario y en la solemne, en las ayudantías y en la inmortalidad del cangrejo. Llegamos a casa, estudiamos, vagueamos por Internet, nos acostamos y programamos la alarma del despertador. En la mañana partimos a tomar el metro, combinamos con el bus local, caminamos un par de cuadras, llegamos a destino medio a tropezones y nos instalamos cual gallina clueca que empolla.

Y así, tal como la rutina diaria, nuestra mente se mantiene en un constante vaivén de los mismos quereres, pensamientos licenciosos, ideales quiméricos, instintos vesánicos y recuerdos entrañables, como un mecanismo monótono e impenetrable con efectos ineludibles. Estemos aquí o estemos allá, nuestro mundo interior se aparta y autónomo sigue su curso, recordándonos lo tormentoso de decidir entre la razón y el corazón, que, también, es cosa de todos los días. 

martes, 24 de febrero de 2009

Tropical


Te veré con tu liana queriéndome atrapar, y no podrás a mi cuerpo siquiera aventajar. Debes saber que conmigo el clima es tropical: un día yo te enardezco, y, al siguiente, nublo mi calor.

jueves, 8 de enero de 2009

Sesión previa

Evidencia la eminencia en sesión previa, continúa
Diligencia necesaria para consumar la acción

domingo, 19 de octubre de 2008

Eso eres tú

Lo sé, no soy perfecto
Y hay mucho de lo que me arrepiento
Pero sigo aprendiendo
Yo nunca quise hacerte eso a ti
Por eso antes de ir debo decir
Sólo quiero que sepas

Ya sé qué me hace vivir
Lo que me hará cambiar
Lo que me hace recomenzar
Yo sé que eso eres tú

Sé, nunca quise herirte
Pero la culpa sigue aquí en mí
Y todo el daño que causé
Quisiera alejar por fin de ti
Y volver a ser quien llenó tu mar
Sólo te quiero tener

Ya sé qué me hace vivir
Lo que me hará cambiar
Lo que me hace recomenzar
Yo sé que eso eres tú

Dame la opción de mostrar
El lado humano de mí
Al que algo falta por llegar
Y yo sé que eso eres tú

miércoles, 8 de octubre de 2008

Despojo que cada cierto tiempo invento para probar una vez más lo que tanto me acongoja: tu recuerdo es el que permanente está en mi adolorido corazón, el mismo que ha sobrellevado tanta injusticia y tanta indolencia, pero al que nunca entrené para combatir el desamor. Ese desamor que quizás no lo es del todo, ese que nadie me explica ni a nadie puedo detallar, el que me hace callar y retraerme y permitir que persista en esta constante pérdida del entendimiento, la razón y la cordura. Nunca antes lo experimenté y tal vez sea eso lo que me hizo falta para cimentar una trinchera sólida e impenetrable, inmune a cualquier ataque tan fuerte y desolador como éste.

Te agradezco mejor amigo por ser mi fiel lector, porque a pesar de no darme consejos, no dedicarme siquiera una palabra de aliento y de quedarte impávido cada vez que reacciono barriendo con todo cuando me hallo sin escapatoria, eres el que siempre está ahí cuando lo requiero, el que no conoce negativas, el que hasta permite ser regado por los chorros que caen de mis ojos las veces que no resisto a más y me veo obligado a estrujar mis emociones en una de tus planas.
Tú lo sabes todo, sí, todo de mí. Contigo no tengo filtro ni existen limitaciones. Te repleto de palabras, en cualquier idioma, con manuscrita o imprenta, en cursiva o negrita, pasando por loas y sátiras, rebosantes de insultos y halagos, con amor y despecho, y, cabeza gacha, siempre consientes las demandas de mi estado. Gracias por ser mi confidente.
Si hablaras y sintieras, seguro es que día por medio me mandarías bien lejos, allá donde mismo he mandado a medio mundo y tú has sido testigo, o, tal vez, hubieras buscado por todas las sendas viables el modo de deshacerte de mí, como muchos ya lo han hecho. Sé que también me enrostrarías que la devoción por ti sólo me viene simultánea a esas ganas de dejar que todo a mi alrededor siga su curso y de yo hacerme a un lado y despojarme de toda preocupación vana que enlode mi real sentir; sí, ese despojo que cada cierto tiempo invento para probar una vez más lo que tanto me acongoja.

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